Por Luis Mack. IIPS – USAC
Para nadie es un secreto que vivimos días aciagos, en los que la indignación, la duda y la incertidumbre parece que se instalaron de forma generalizada en el ánimo de los guatemaltecos, especialmente con los múltiples llamados a la conciencia de los ciudadanos para acudir el fin de semana para exigir la renuncia de los más altos funcionarios del gobierno, el actual mandatario Otto Pérez Molina y la segunda al mando, la Vicepresidenta Roxana Baldetti.
El trasfondo inmediato es la captura de la red criminal articulada en torno a la SAT para defraudar los ingresos del Estado por medio de la cooptación de las aduanas; sin embargo, existen muchos y muy profundos indicios de que ésta es la más evidente de una serie de señales de decadencia y crisis:
- La sistemática y generalizada debilidad de la institucionalidad del país, algo que ha calado tan profundamente que pocos guatemaltecos defenderían el sistema si éste se desmoronara, tal como lo demuestra la encuesta del Barómetro de las Américas, de la Universidad de Vanderbilt, ya que nos coloca en la categoría de «Democracia en Riesgo», ocupando el último lugar de Latino América.
- El «secuestro» de nuestra democracia, debido a las inercias institucionales que padece nuestra actual legislación electoral.
- La galopante corrupción y la tan arraigada impunidad en Guatemala, la cual ha ido transformando la cultura de nuestra sociedad para convertir al ciudadano guatemalteco en un cliente regular de las estructuras paralelas del sistema (Clientelismo y familismo amoral)
- La permeable legislación guatemalteca, tan llena de vacíos, contradicciones y una maraña de leyes obsoletas o que no pueden aplicarse por una variedad de detalles técnicos, lo cual produce no pocos fallos contradictorios que solamente benefician a las estructuras temporales que se aglutinan alrededor de la silla presidencial. (Anomia regulada)
- El crecimiento desmedido de uno de los más grandes poderes políticos y económicos del continente, el crimen organizado, aglutinado en torno al narcotráfico, la trata de personas y el contrabando.
- Las muy variadas voces que ya hablan insistentemente de la necesidad de reformar e incluso, refundar la institucionalidad del país, aunque este consenso no exime del hecho de que no hay claridad sobre el camino a seguir ni la profundidad de lo que hay que reformar, por lo que éstos conceptos desatan las más variadas y acaloradas discusiones que auguran esta opción como muy larga, muy incierta y muy peligrosa, debido al grado de cooptación política que exhibe el sistema.
El resultado, ya muy predecible desde hace varios años, era que el rumbo del país se dirigía aceleradamente a una inminente crisis, tal como se planteó en diciembre del 2012: